La invitación de hoy es desplazarnos sobre una cartografía conceptual que propone el filósofo Baruj Spinoza y ver de qué manera esas categorías, y algunos postulados nos sirven para realizar un trabajo de composición escénica situadxs en un marco de exploración y experimentación para crear y descubrir un lenguaje propio.
Muchas veces el teatro y la danza se salen de su campo específico hacia otras áreas como la literatura y la filosofía, a la que también podríamos entender como literatura, porque allí encuentran formas más exactas de nombrar la propia tarea y se reconocen aspectos prácticos para abordar la creación escénica. En mi experiencia con la danza butoh siempre está presente la poesía de Japón, los haikus, y algunas miradas de pensadores occidentales como Deleuze, Bergson, Artaud, Bataille, y Spinoza que me resultan grandes compañías para explorar las búsquedas de esta danza contemporánea.
La palabra, siempre convocó mi interés; las formas del decir y sobre todo qué conceptos y miradas acerca del mundo, del cuerpo, de la belleza y de la armonía se ponen en juego al bailar me interesan especialmente y creo que desde hace un tiempo es necesario atender la cuestión de ¿qué pensamientos para crear qué cuerpxs?, ¿qué cuerpxs para crear qué arte?
Creo que el butoh puede ser la ocasión de un espacio físico concreto donde experimentar y explorar formas de vida, pensamientos y conceptos que están presentes en otras filosofías, o en otras culturas muy diferentes a nuestra mirada judeocristiana y en tanto proponen otras cosmovisiones y miradas sobre el cuerpo, sobre la creación y sobre la vida, “ese contacto con lo otro” me resultan de una potencia vital para estos momentos.
Este artículo está dividido en 2 partes: primero les presento brevemente el pensamiento de filosófico de Spinoza teniendo en cuenta su contexto histórico y los debates que instauró en el campo de la filosofía y la política. En la segunda parte les cuento cómo apliqué algunas de sus ideas en una investigación que realicé en el año 2014. Me interesa desentramar qué miradas y filosofías se ponen en juego a la hora de crear porque creo que es una llave metodológica para ahondar un poquito más en el sentido de nuestras prácticas tanto pedagógicas como artísticas que piden pensamientos en movimiento.
¿Quién fue Spinoza?
Comencemos situando un poco el contexto histórico: Baruch Spinoza es un filósofo holandés, judío, que nace en 1632 y muere en 1677 y es considerado como uno de los tres grandes racionalistas del siglo XVII, junto con el francés Descartes y el alemán Leibniz. Su obra resulta polémica dentro de la filosofía porque se pelea con Aristóteles y Descartes, pero sobre todo para la iglesia, que lo hostiga, lo prohíbe y lo excomulga cuando tiene 24 años. Spinoza escribe 6 libros; el primero es el Tratado Teológico Político donde se propone (de)construir la biblia; la despoja de la fe, de las supersticiones y los mitos para demostrar que es una construcción humana producto de la imaginación. Pero se queda con lo principal, con la idea de Dios, con la función de Dios, en tanto verdad, en tanto idea de absoluto; la totalidad que ordena al mundo.
Pero aclaremos que el Dios de Spinoza, no es un dios cristiano que se puede representar, él no está pensando en Dios personificado como hombre con barba, pelo largo, bastón y un libro de haberes y deberes que dice quién pasa al cielo y quién no. Él lo piensa como un TODO, independientemente de cómo lo llamemos a ese todo, no lo piensa antropomórfico y nos dice que nada puede haber por fuera de ese todo, de esa totalidad. En su Ética escribe: “Dios, la Naturaleza…” luego de Dios, escribe una coma, lo que significa “es decir”, Dios o sea la Naturaleza, o sea la Realidad, o sea la Totalidad o sea lo que vos quieras; porque piensa en totalidad y piensa que si vivimos en lo imperfecto existe lo perfecto, si vivimos “en lo que empieza y termina”, entonces hay “lo que no empieza y no termina”. Entiende que nada se crea de la nada, que el mundo es infinito; siempre estuvo y nunca va a terminar.
Él no piensa la nada absoluta, sino el ser absoluto, que es infinitamente para atrás e infinitamente hacia adelante. Piensa la idea de infinito al revés de cómo la pensamos nosotros, porque dice que “lo que hay por definición es infinito”, y como esa idea para nosotros es pavorosa, no la podemos pensar, entonces construimos la idea de finito, construimos la finitud para poder entender la realidad. Nos dice: “Dios es todo lo que hay, es causa y razón de ser de todas las cosas”. Nos plantea a Dios como una causa inmanente, porque está discutiendo con la idea de Dios como trascendencia, Dios como final, Dios como persona o personificación.
Si uno le pregunta a Spinoza ¿Che Spinoza, cuántas cosas hay en el mundo?, él nos responde una sola, y esa única cosa es Dios, la Totalidad, la Naturaleza… Para él existe un sólo mundo y no hay dualismo. Nos dice que lo que hay, la única sustancia, es Dios, y es infinita y nosotros somos manifestaciones de su modo de ser, somos modos de Dios o sea la Naturaleza, que se expresa en infinitas posibilidades; por eso tiene infinitos atributos, pero el ser humano, nosotros, conocemos sólo dos dimensiones. Conocemos por un lado el cuerpo: lo material, la extensión y por otro lado el entendimiento; el plano de las ideas, lo espiritual, los sentimientos.
Esta concepción plantea alma y cuerpo como una y la misma cosa pero vista desde distintas perspectivas, no son entes separados, sino que se trata de dos tipos de lenguajes podríamos decir. Spinoza discute con Aristóteles cuando dice que sustancia hay una sola porque toma esta palabra que propuso siglos antes el filósofo griego y se queda con la idea de “inmanencia”. Algo inmanente es algo intrínseco; “propio de”, “es parte de la naturaleza de” y es lo opuesto a lo trascedente que es algo que me excede. Para Platón la verdad de mi ser es trascedente, está en otro mundo. Para la religión judeocristiana Dios es trascedente; está afuera.
Para el monoteísmo “Dios vino y creo al mundo”, pero ya sabemos que Spinoza no lo ve así porque Dios y el mundo es una sola cosa; es una continuidad. Y si para Platón la verdad de mi ser está afuera, es trascedente, entonces para Aristóteles la verdad de mi ser es parte de mí, es mi esencia; una sustancia que está en mi interior. Aristóteles crea el concepto de sustancia para diferenciarla de accidente y definir que todo aquello que son características que no hacen a la esencia, a lo sustancial, a lo sustantivo de la cosa, son accidentes. Aristóteles define que la sustancia es “en sí”; no necesita de otra cosa para concebirse a sí misma, mientras que el accidente es “en otro”.
Si preguntamos ¿Che Aristóteles cuántas sustancias hay en el mundo? Nos responde: ¡millones! y cada una de esas sustancias tiene múltiples accidentes.
Entonces acá Spinoza hace un giro y dice que si la sustancia es en si y no necesita de otra cosa para ser, entonces sustancia hay una sola. No puede haber una pluralidad de sustancias porque si hay pluralidad de sustancias, entonces la sustancia se ve limitada. Pongo un ejemplo, la mesa es una sustancia, yo Tamia soy una sustancia, la mesa me limita, me marca un límite a lo que yo soy, me delimita, soy Tamia porque no soy la mesa, soy Tamia porque no soy mi hermana Dalmira, soy la profesora que escribe porque ahora ustedes son lxs lectores, esa relación me limita, me pone un término. Pero si la sustancia no necesita de otro para ser, entonces yo Tamia, que soy sustancia, no debería estar determinada por nada.
Ahora bien, Spinoza se pregunta: ¿Cuál es esa única cosa en el mundo, que no necesita de un límite para ser? Y se responde: ¡EL MUNDO!
¿Ven el desplazamiento conceptual que hace Spinoza?
Entonces a partir de ahora, todo es accidente de una sola realidad, de una sola sustancia; Tamia, la mesa, Dalmira, lxs lectores, son accidentes, no son nada sino es en el marco de la totalidad, de ese ser, de ese Dios de la cual somos parte, todxs dependemos de esa totalidad, sino no existiríamos independientemente de la totalidad. Esta es la teoría monista, que supone la necesidad de pensar tanto nuestro cuerpx como muestra alma como dos correlatos de lo mismo.
Spinoza dice que la esencia es singular y que la esencia de cada uno es justamente su potencia; la potencia es la potencia de Dios que cada uno expresa de manera determinada, finita, circunscripta; determinada por una relación de movimiento y reposo. Entonces las cosas se definen, no por lo que son, en el sentido de la pregunta clásica ontológica, sino por lo que pueden, según aquello de lo que son capaces.
En este sentido, esa esencia es “variable”, no está dada, sufre accidentes en la aventura con los otros, y esa potencia puede crecer o disminuir. La política también tiene una singularidad compuesta que tiene una potencia colectiva, que también puede crecer o disminuir. Vemos como bajo una lógica de la inmanencia nos propone pensar a Dios, a la ética y a la política. En esta filosofía la idea del encuentro tiene su relevancia, porque nos encontramos permanentemente en relación a otros, cuando nos encontramos con otras personas, cuando leemos un libro, cuando tomamos un vaso de agua, y esos encuentros no son indiferentes respecto a la propia vida. En cuanto a potencias somos activos, somos capaces de algo, hacemos cosas, pero también estamos sometidos pasivamente a las potencias de otros y eso son las pasiones; una pasividad respecto a unas causas externas. Una pasión significa “no ser yo mismo, la causa de un efecto que se ha producido en mi”, sino que la causa de efecto es exterior; yo soy consciente del efecto, pero no de la causa. No solamente no soy la causa, sino que no soy consciente de la causa.
La “tristeza” es el paso o el grado de una existencia mayor a una existencia menor, por el contrario la alegría es el paso de una realidad más pobre a una realidad más rica o más intensa. Esa variabilidad del deseo es propia de la esencia del humano; es aquello a lo que estamos condenados lxs humanxs, por eso la pregunta pasa por advertir qué somos capaces de hacer con esta condición. Afecto no es una palabra equivalente a pasión, porque toda pasión es un afecto pero no todo afecto es una pasión; hay afectos activos es decir, de los cuales yo mismo soy la causa y hay afectos pasivos. La afección, lo que hace, es producir una disminución o un incremento de nuestra potencia de actuar.
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A la potencia Spinoza la llama deseo; la esencia del hombre es el deseo. Ahora bien ese deseo se ve modificado en el roce de los cuerpos, en los encuentros. Las pasiones son denominaciones, modificaciones del deseo; pasión significa siempre ser pasivo en un encuentro, ser pasivo respecto de una potencia o causa externa que provoca en mí un efecto del cual yo no soy la causa y sobre lo que no tengo control. Pero ojo las pasiones no son vicios, no hay moralismo ni existe una idea del pecado en Spinoza. La sustancia Dios no tiene pasiones, es acto puro, sino que se afecta a sí misma, siendo la causa de sus propios efectos, por ejemplo nosotros, y todo lo que hay, todas las cosas. Ahora si esto es así, todo se juega en el terreno de cómo llegar a ser activos y como reducir la pasividad natural que existe puesto que estamos a merced de nuestros encuentros. Cuando tenemos un encuentro con algo o con alguien que disminuye nuestra potencia de acción Spinoza lo llama pasión triste, y cuando algo aumenta nuestra potencia hablamos de pasión alegre.
Entonces, cuando se refiere a los afectos, se refiere en un doble sentido: la capacidad del cuerpo de afectar y de ser afectado por otros cuerpos y por otro lado, los afectos en los términos como usualmente los conocemos nosotros, vinculados a las pasiones y emociones del alma tales como el odio, la ira, la envidia, el amor, la alegría la tristeza. Dice: “Por afectos, entiendo las afecciones del cuerpo, por las cuales aumenta o disminuye, es favorecida o perjudicada, la potencia de obrar de ese mismo cuerpo”. Spinoza nunca habla de personas o individuos, sino de potencias. La individualidad del cuerpo, de cada cuerpo, es para él relaciones de velocidad y lentitud entre elementos materiales no formados, cuerpos simples que no tienen forma por sí mismos, sino que precisamente lo que constituirá su forma es esa relación.
Las pasiones alegres, no por alegres dejan de ser pasiones, no están en nuestro poder, están en el terreno de la fortuna, somos pasivos frente al azar que procura buenos o malos encuentros. Lo que mueve a los humanxs dice Spinoza, son las pasiones y no las ideas de igualdad, solidaridad, equidad. Ahora bien, veamos las implicancias políticas que tiene su operación filosófica para la época, porque él se mete con su tiempo y discute desde lo que hay. Pensemos en un mundo teocéntrico, pero donde la religión venía retrocediendo; Europa está transitando del Medio Evo hacia la Modernidad, imaginemos la época de la Inquisición con la caza de brujas y viene Spinoza y dice que Dios no es trascedente al mundo sino que es inmanente, porque no hay otro mundo. Dios y el mundo es una continuidad de la cual los humanos somos manifestaciones dentro de una infinidad de manifestaciones, y por eso somos pequeños, ocupamos un lugar minúsculo dentro de una totalidad infinita, todxs somos parte, todxs somos iguales, todxs somos democráticamente partícipes de una misma ontología, todxs que somos manifestaciones de esa totalidad, compartimos los mismo derechos sea que seamos, mesa, Tamia, musulmán, judío, católico, transexual, mujer, varón, gato, perro, todes.
El famoso CONATUS: todos tenemos en nuestro interior la potencia de existir, la voluntad de poder diría Nietszche, todxs queremos perseverar en nuestro ser. Por eso es un filósofo de la vida, de la alegría en el sentido de potenciar la existencia y ver cómo crece y por qué se ve interrumpida. El deseo de querer seguir perseverando en el ser genera una ética, el deseo tiene que ver con lo que nos hace bien y lo que nos hace mal.
Y si preguntamos: ¿Cómo sabemos lo que nos conviene? Él nos responde: poniendo el cuerpo a la acción, a la experiencia, a la experimentación con otrxs cuerpxs para saber qué relaciones nos convienen, nos potencian, aumentan nuestras posibilidades y rangos de acción. Y aquí aparece uno de los axiomas más conocidos de su obra: “Nadie, hasta ahora, ha determinado lo que puede el cuerpo”. Entonces aparecen dos elementos que son fundamentales a la hora de comprender los cuerpos.
Y así, se corre de hablar desde la moral católica, religiosa que se pretende universal, para proponer una ética que siempre es singular, cada cuerpx crea su ética. Y en su Ética, Spinoza dice: “No deseamos las cosas porque son buenas, son buenas porque las deseamos”, es decir que rompe con la ética tradicional que previamente dice lo que es bueno o malo; en su propuesta el bien termina siendo una construcción en función de nuestro deseo y ¿qué deseamos?, deseamos perseverar en el ser.
«Debajo estas bocas», Unipersonal de teatro/butoh (2015)
Dirección: Agustina Palermo
Por un lado, su perspectiva de composición relacional y por otro lado, la fuerte idea de que esa composición relacional está dada a partir de los afectos a los que ese cuerpo se somete necesariamente como condición para poder permanecer en el mundo. Al mismo tiempo esa afectación produce un aumento o una disminución de su potencia de obrar. Obrar para Spinoza es lo opuesto a padecer. Libertad sería entonces potencia desplegada, poder. Cada cuerpo expresando su potencia hasta el máximo de lo posible.
Lo importante es entender cuál es el lugar de las pasiones y de la moral, y resulta que el lugar es un lugar pequeño. El lugar de la libertad humana en un orden dado, fuertemente condicionado, parece muy determinado porque dice Spinoza: “el orden de la naturaleza es el que es”. Y ser libre es poder desplegar mi naturaleza tal como mi naturaleza necesita desplegarse, si algo interrumpe la posibilidad de que yo despliegue lo que soy, entonces no soy libre.
Mi libertad tiene que ver con mi naturaleza, no con lo que “quiero ser o hacer”. Por eso estamos condicionados o somos responsables de efectuar en cada momento como se pueda, efectuar nuestras potencias el mayor grado de lo posible; realizar nuestra naturaleza, de eso somxs responsables y nos tenemos que hacer cargo. Una ética experimental que consiste, parafraseando a Deleuze: » en el arte de combinar encuentros que potencien nuestra potencia y evitar aquellos que en cambio la disminuyen” y para eso es necesario la prudencia para evitar aquellos encuentros que no nos convienen.»
Spinoza habla de la razón, de vivir conforme a la razón en un contexto donde el margen de libertad ya vimos que es nulo; él confía en la razón como una guía que nos va indicando un norte, una prudencia para no terminar como «Adan», mordiendo la manzana porque no sabía que estaba envenenada.
Aquí se entiende la razón, no como un conjunto de ideas y reglas previas, morales que dicen “esto si eso no”, esto está bien y es regla unversal para todxs. El concepto de la razón spinozista propone ver las pasiones, componer con las pasiones que más nos potencian y propiciar una especia de negociación con una realidad dada, no para suprimirla, sino para hacerla llegar a un lugar que no sea contradictorio con un incremento de la potencia. Si a eso lo llamamos racionalismo, Spinoza es un racionalista, que primero dice “bueno, vamos a ver qué hay, y construye con lo que si hay y en eso consiste su ética: ¿Qué hacemos con esto que somos, con esto que nos fue dado?
Aquí finaliza la historia de Spinoza, hecha como una lectura “salvaje”, porque no soy filósofa, pero eso no impide que podamos dialogar con sus pensamientos y bajarlos al nivel terrenal de nuestra práctica.
Como les mencioné al inicio, ahora que ya tenemos un panorama de los conceptos spinozistas, lxs invito a leer la segunda parte de este escrito en donde te cuento cómo se relaciona la filosofía de Spinoza con la composición escénica desde la danza butoh.
Personalmente me encantó conocer su filosofía y como artista y docente encontré “palabras llaves” para componer coreografías y para ampliar la mirada sobre el cuerpx y sus potencias. Esta forma de mirar la vida me permitió manifestar un espíritu inquieto de igual modo por la danza, el teatro y la música. Entonces me habilité a profundizar en un abordaje de formación interdisciplinaria para ampliar las capacidades del artista escénico. Así, lo artístico y lo pedagógico de mi tarea, fueron confluyendo en una nueva reconfiguración personal más integrada.
Espero que todo este recorrido por los mapas del pensamiento spinozista, sea una forma de informar(nos), (entre)tener(nos) y por qué no ¿conocer(nos)?
Te invito a leer la segunda parte del Artículo y Espero tus Comentarios!
¡Nos vemos en la próxima!
Tamia